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Rozando con sus manos
la flor de una azucena,
«adiós» dijo al fragor,
cegó de una luz plena.
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Y vió cómo su cuerpo
tornaba a forma helena,
su pelo era bermejo
radiaba luz serena.
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Calmó por fin
su voz ajena
y rocé su flor,
flor de azucena.
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David Fernández del Álamo
3.03.2024