Filósofo Griego: ¡Arquíloco, necesito su ayuda!.
Llevo días caminando y ya cantan mis ropas y cabellos por sí solos a los dioses.
Vine a verle, porque me hablaron de sus poemas y sus Musas, de su prevalencia al disfrute frente al duro honor guerrero.
El caso es, llevo semanas atascado en una conjetura y quisiera saber; ¡qué puede «un poeta» alumbrar mis opacas reflexiones!.
En ocasiones llegó a la teoría; «La vida es una colosal mierda».
Poeta griego: ¡Oh, usted gran filósofo ateniense!, agradezco la reverencia al preguntarle a un mediocre artista, hijo de esclava pero servidor del soberano Enialio.
Deje usted, gran sabio, que peine, así como el precepto manda, sus bellas y sagaces barbas, todo en consideración a su visita y al honor que me produce.
Tiritando frente a su vasta academia, atrevo a decirle lo siguiente:
La vida no se piensa, se huele, se seduce, se saborea y se mastica. Después de todo ello, tráguela.
Solo entonces, cuando usted haya digerido «El gran banquete», camine usted de nuevo a mí y juntos podremos resolver semejante cábala.
Filósofo griego: Agradezco Arquíloco, su claridad a este eclipsado cerebro. Volveré a visitarle más viejo y con las barbas más nevadas.
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…..Dicen que el Filósofo ateniense, nunca volvió a visitar al poeta Arquíloco.
Dicen que se enredó entre Musas y tangibles placeres, así como refulgentes composiciones, que trágicamente le impidieron resolver la engorrosa conjetura…
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David Fernández del Álamo
3.02.2024